Meermin, el barco de la realeza que estuvo a punto de perecer en aguas árticas

El velero, que participa en la Illes Balears Clàssics, tuvo como primer dueño a un miembro de la familia real belga.

El Meermin es otro de los protagonistas de la Illes Balears Clàssics del Club de Mar Mallorca que se puede decir que se reestrena tras una completa reforma que se ha prolongado durante los últimos dos años. La historia de este barco, botado en Amberes en 1951, comenzó con ínfulas de la realeza belga y vivió peligrosas aventuras en los mares árticos. Sin embargo, cuando afrontaba travesías en apariencia más tranquilas por el Mediterráneo, una vía de agua casi se lo lleva a pique. Solo la ayuda y el remolque de un destructor norteamericano lo salvó y unió su destino a Palma, pues aquí fue donde recaló como consecuencia del percance.

Aquí fue poco después cuando su actual armador lo compró en 1991. Participó ya entonces en unas cuantas ocasiones en regatas de clásicos. Sin embargo, en 2015, tras un desgraciado percance cuando estaba varado en Pollença que le originó graves daños, el propietario emprendió una reforma total del Meermin, desde la cubierta hasta los mástiles y todo el interior. Hace poco más de un mes le ajustaron las nuevas jarcias por lo que se puede decir que el barco ha vuelto a la vida en la edición de este año de la Illes Balears Clàssics.

Foto: Nico Martínez

En su origen este precioso velero, un Gaff Ketch de 14 metros con casco de acero remachado, fue construido en los astilleros Meyntjens de Amberes, en Bélgica con un diseño de M. Selleslagh. Su ilustre propietario era un miembro de la familia real belga, el Barón de Guy. Sin embargo, su primer dueño no pareció apreciar mucho su belleza y el barco acabó amarrado en el Yacht Club de Dublín, donde no tardó en atraer el interés del doctor Rory O’Hanlon. Este médico irlandés dio vida al barco y lo llevó a vivir grandes aventuras en rutas por Groenlandia y, la más peligrosa de todas, a la isla Jan Mayen, un pequeño islote volcánico cubierto de nieve a 70 grados de latitud norte, en aguas árticas. Allí el Meermin afrontó temporales de fuerza 8 y 9 y vientos de hasta 60 nudos, más de 100 kilómetros por hora. El velero había buscado refugio fondeando en la bahía de la Morsa (Walrus Bay) de la isla. Sin embargo, la fuerza del temporal rompió la cadena del ancla y lanzó al barco contra las rocas. Cuando el capitán ya había emitido un Mayday de auxilio a la desesperada y con la tripulación con los chalecos salvavidas, el motor puesto al máximo rendimiento logró recuperar el control del barco justo en el momento en el que el bauprés, el palo que sobresale por la proa de los veleros, se aplastaba contra los arrecifes.

Tras la muerte del doctor O’Hanlon el Meermin pasó a manos de un matrimonio australiano que acabó dedicándolo a travesías más tranquilas por el Mediterráneo. Sin embargo, todavía le quedaba otra aventura, pues el barco sufrió una gran vía de agua en su casco de acero cuando estaba en alta mar. Afortunadamente, no lejos de allí navegaba un destructor de la marina estadounidense USS Pebble, que acudió en su socorro y remolcó el velero hasta el puerto de Palma, donde quedó establecido. Ese día marcó el nacimiento de su nueva vida.