Olin J. Stephens es el diseñador con más representantes en la Copa del Rey de Barcos de Época: So Fong (1937), Samarkand (1958), Rossina di Mare (1961), Calima (1970) y Galvana (1970)
“Es un Sparkman & Stephens. Está todo dicho”. La frase de un broker de barcos suena a simple eslogan, pero encierra una gran verdad. Apenas un puñado de diseñadores navales pueden presumir de representar la excelencia y la fiabilidad sin que nadie lo ponga en duda. A este club restringido pertenece Olin J. Stephens, creador en 1929, junto a su socio Drake Sparkman, del astillero que lleva el nombre de ambos y que, casi un siglo después, sigue botando barcos de ensueño para los navegantes más exigentes.
Drake, buen navegante y corredor de bolsa y de seguros, murió en 1964. Olin J., la parte creativa del negocio, el hombre que dibujó algunos de los mejores veleros del mundo desde el famoso año del “crack” hasta casi la década de los 80 del siglo XX, lo hizo en 2008. Pero el espíritu de ambos sigue muy presente en el circuito de vela clásica del Mediterráneo y en el mundo de la náutica en general.
Olin J. Stephens fue un talento precoz de la ingeniería naval. Sparkman, consciente de ello, lo fichó cuando sólo contaba 19 años. Un año después participó en la construcción de su primer barco, un 52 pies concebido para la navegación oceánica, pero no fue hasta 1937 cuando su nombre alcanzó resonancia mundial gracias al diseño del Ranger, un majestuoso Clase J de 130 pies. Durante cuatro décadas, S&S plasmó los planos de todos los ganadores de la America’s Cup menos uno, un logro asombroso que es poco probable que se repita.
Cinco diseños rubricados con las siglas S&S navegan en la XVII Copa del Rey de Barcos Época, lo que este año convierte a Olin Stephens en el arquitecto naval con más representación en la gran regata anual del Club Marítimo de Mahón. Todos sus propietarios coinciden en que sus barcos son joyas del patrimonio naval, veleros “con alma”, en palabras del navegante oceánico Alex Pella, vigente poseedor del récord de la vuelta al mundo y armado, junto a sus hermanos, del Galvana.
El Calima (1970), de Javier Pujol, que este año celebra el 20 aniversario de su victoria en la Fastnet Race, es probablemente el caso más paradigmático de la fiabilidad de un Sparkman & Stephens. Ha ganado 12 de las 16 ediciones de la Copa del Rey de Mahón disputadas hasta la fecha en la clase Espíritu de Tradición.
Al igual que el Calima, el Galvana (1976) fue construido en los astilleros Carabela (Sant Adriá del Besós, Cataluña) sobre planos de S&S. En ambos se perciben las líneas características de los diseños de la empresa neoyorkina a partir de los años 70. Galvana compite en la categoría de Clásicos, ya que conserva prácticamente su configuración original. Su patrón, el navegante oceánico Alex Pella, describe su barco como una belleza, mientras saca de la mesa de cartas una foto aérea del Galvana firmada de su puño y letra por el mísmisimo Olin Stephens, y otra de su hermano posando con el célebre diseñador.
Rossina di Mare (1961), de José Singla, es un velero de 19 metros con base en el Puerto de Pollença (Mallorca) que compagina el crucero de altura con las regatas del circuito de barcos de época. Sparkman & Stephens pusieron de moda los aparejos de yola que, a finales de los años 50, acabaron con el reinado de las goletas, apostando por desplazar el palo de mesana detrás de la rueda del timón y por unas líneas más estilizadas. El Rossina di Mar, construido por Costacuta, pertenece a esa época dorada, y también concursa entre los Clásicos.
De líneas muy parecidas, aunque algo menor de eslora, el Samarkand (1958) es otra yola diseñada por Stephens que fue construida en Bremen, en los astilleros Abecking & Rasmusen. No muy lejos de esta nave de aspecto robusto se encuentra amarrada la “joya” de la corona: el So Fong, el S&S, más antiguo de la flota reunida en Mahón. Se trata de una goleta construida en 1937 con un cargamento de teca hundido en la bahía de Cogswell (Hong Kong), el mismo año de construcción del Ranger. Su actual propietaria, Monserrat Valle, ha destilado su historia para convertirla en un perfume. Prueba de hasta que punto un barco bien construido puede inspirar la creatividad. “Es que es un Sparkman & Stephens”, señala Víctor Alarcón, tripulante del So Fong, haciendo suya la consigna del vendedor de barcos al que se aludía al inicio de este texto.