Creada en 1977 por Bob Salmon con el objetivo de reconectar con el espíritu aventurero de los primeros barcos transatlánticos, y organizada cada año impar desde entonces, la regata reunirá a 84 regatistas entre los que se encuentran los futuros grandes de la vela y otros que han llegado a realizar un sueño del mar.., de libertad.
Y por una buena razón, disputada en solitario y sin asistencia a bordo de veleros de 6,50 metros, el evento es una verdadera escuela de regatas offshore, donde el patrón debe ser versátil y autónomo para avanzar su embarcación a pesar de la exigencia del ejercicio.
Porque sí, un cruce del Atlántico, sin enrutamiento meteorológico satelital ni ningún contacto con la tierra, además, no es trivial.
«Fuera de todo el mundo, no conozco una carrera tan extraordinaria. Hay tantos posibles ganadores como competidores al principio», resume Jean-Luc Van Den Heede, que ahora tiene más de una docena de circunnavegaciones en su haber.
Como es tradicional, la travesía se realizará en dos etapas, en un nuevo recorrido, partiendo de la ciudad de Les Sables d’Olonne, con escala en Santa Cruz de La Palma en Canarias, luego una llegada a Saint-François en Guadalupe. ¡Suficiente para garantizar a todos una experiencia fuerte, rica en emociones y contrastes!
Los 84 Minists partirán en una ruta de 4.050 millas (7.500 kilómetros) a Les Sables d’Olonne y Saint-François en Guadalupe, con una escala en Santa Cruz de La Palma, la isla más occidental de las Islas Canarias. Una trama original, entre táctica y estrategia, llena de trampas para frustrar.
En detalle, la primera parte, de 1.350 millas de largo y con una duración de unos siete días, pondrá automáticamente a los marineros en el baño. Y por una buena razón, el segmento entre la salida y Portugal puede ser bastante tónico debido a los vientos en contra y la posibilidad de ráfagas de viento.
La travesía del Cante de Vizcaya rara vez es trivial y el paso del Cabo de Finisterre a menudo fiel a su reputación.
El segundo, con sus 2.700 millas que el primero debería tardar unas dos semanas en recorrer, se jugará principalmente en los vientos alisios hasta la línea de meta.
Sin embargo, es probable que surjan dos opciones con un lado la llamada carretera ortodrómica del norte, y por el otro un cambio hacia el sur con la búsqueda de más presión. En esta porción, la de la travesía del propio Atlántico, los marineros tendrán que estar atentos, multiplicar las maniobras y empanajes, pero también jugar con los granos y los balancines entre el viento alisios nocturno y diurno.
El mallorquín José Linares en la Minitransat
Linares, que compite en representación del Club Nàutic Sa Ràpita, junto con otro mallorquín, reconoce que los barcos que reúnen las condiciones exigidas por la organización antes de inscribirse tienen prácticamente asegurada su participación. Y él y su barco cumplen con los requisitos: 1.500 millas en regata y 1.000 en solitario.
La idea de hacer la Mini Transat le ronda desde 1996, cuando el navegante Guillem Martí (una vuelta al mundo, la mitad de ella en solitario), con el que solía competir en pruebas locales, le enseñó un dosier de la regata: «Yo entonces no sabía ni que era un Mini, pero poco a poco me fui aficionando y empecé a navegar en solitario, primero en el barco de mi padre, un Puma 29, y luego en el Marauder , un Dehler 33 de competición «. En 2005 ayudó a Hugo Ramón (el único mallorquín con tres Mini Transat) a conseguir su clasificación y le empezó a rondar la idea de algún día tener su propio proyecto.
La posibilidad se le presentó hace unos años, después de que otro ilustre marino afincado en Mallorca, Nacho Postigo, terminara la Mini Transat de 2015. «Seguí mucho aquel proyecto y un día, cuando la Mini ya había terminado, me dijeron que el barco estaba en Astilleros de Mallorca. Llamé a Nacho y le pregunté si lo había vendido; me respondí: ‘Lo guardo para ti, tenemos un café pendiente’. Y así fue cómo empecé a navegar en el ‘Vamos, vamos’ ya pensar de verdad en hacer mi propia Mini «, recuerda Linares, recién llegado de la última Mare Nostrum. Postigo ha sido como un padrino para Linares y en justa compensación («y por superstición marinera», para qué negarlo) el barco conserva su nombre original.